Importancia de la Educación Física


La etapa preescolar del desarrollo (0 a 6 años) se caracteriza por grandes cambios en el desarrollo motor. Es la etapa de la adquisición de las habilidades motrices básicas: caminar, correr, saltar, escalar, trepar, cuadrupedia, reptación, lanzar y capturar. 
Estas habilidades motrices no solo aparecen por efectos de maduración biológica, sino también de la actividad práctica del niño en el medio que lo rodea. Desde el primer año de vida el niño comienza a orientarse en el entorno, a conocer su cuerpo y a realizar sus primeras acciones motrices. Partiendo de la organización de su propio cuerpo, el niño progresivamente ampliará su espacio, logrando establecer la relación espacio – temporal.
La motricidad del niño, refleja todos sus movimientos y determina el comportamiento motor, manifestada por medio de las habilidades motrices básicas señaladas anteriormente.
Algunos autores (R. Rigal; Paoletti y Pottman) plantean que la motricidad no es la simple descripción de conductas motrices y la forma en que los movimientos evolucionan, sino también los procesos que sustentan los cambios que se producen en el desarrollo de la conducta.
 Esta consideración debe tenerse en cuenta después que se ha podido lograr, como punto de partida, el conocimiento del niño con el cual trabajamos. 
De acuerdo a lo anterior abordaremos primero los procesos más generales que influyen en el desarrollo motor y, posteriormente, el comportamiento de este desarrollo en cada año de vida del niño.
Como es conocido, los primeros movimientos se producen según las leyes céfalo-caudal y próximo distal, y la motricidad evoluciona desde respuestas globales a respuestas musculares locales y diferenciadas (R. Rigal). La ley céfalo-caudal indica que la organización de las respuestas motrices se efectúa desde la cabeza hacia la pelvis, lo que hace que los movimientos de la cabeza y el cuello sucedan antes que los movimientos a nivel de abdomen. 
La ley próximo distal indica que la organización de las respuestas motrices, a nivel de los miembros se efectúa desde la parte más próxima del cuerpo a la parte más alejada: el control del hombro se efectúa antes que el de la mano.
Estos procesos de diferenciación dependen, en una amplia medida, de la maduración del sistema nervioso, en el que la mielienización representa un aspecto importante.
Al referirnos al desarrollo motor trataremos no solo lo referente a la maduración, sino también a los efectos que el medio socia l, las condiciones de vida y educación, ejercen en este desarrollo.
Muchos autores han comprobado la contribución de los movimientos al desarrollo infantil. Uno de los principales aportes de la obra de Jean Piaget ha sido la de resaltar el papel que las acciones motrices tienen en el desarrollo cognitivo del pequeño.
Por su parte Henry Wallón, presentó mediante diversos estudios una orientación para la interpretación del desarrollo psicológico del niño, destacando el papel del comportamiento motor en esta evolución (1974 – 1979). Para Wallón la motricidad participa en los primeros años en la
elaboración de todas las funciones psicológicas.
Elkonin y Zaporozeth (1971) en sus estudios sobre el desarrollo del preescolar, destacaron el papel del adulto y del medio social en la evolución de la motricidad.

En las edades entre dos y tres años el niño incorpora formas de movimiento más complejas. En este grupo de edad se observa un salto cuantitativo en las acciones motrices, por lo que esta etapa de la vida es llamada de gran “explosión física”.


En las edades entre tres a cinco años, los niños realizan los movimientos con una mayor orientación espacio – temporal. Se expresan corporalmente realizando diversas y variadas acciones con su cuerpo tanto de forma individual como combinándolas en pequeños grupos. En este grupo de edad son capaces de organizar su actividad motriz, construyendo con los objetos y recursos que disponen y posteriormente ejecutan la tarea motriz utilizando estas construcciones y además enriquecen sus movimientos por iniciativa propia.


En el grupo final de la edad preescolar, entre los cinco a seis años, los niños dominan todas las acciones motrices fundamentales y debido a esto tratan de realizar cualquier tarea motriz sin considerar sus posibilidades reales. Comienzan a diferenciar los diferentes tipos de movimientos y demuestran interés por los resultados de sus acciones motrices, observándose un marcado deseo de realizarlas correctamente.


En estas edades la mayoría de los juegos motores se clasifican dentro de la agilidad, pues esta capacidad exige desarrollarse en gran medida mediante este tipo de actividades lúdricas, así mismos dentro de estos juegos de agilidad aparecen muchos con elementos de coordinación, equilibrio, orientación y otras capacidades coordinativas que son importantes desarrollarlas para que el niño

desarrolle la capacidad agilidad.
Además de contribuir de manera muy efectiva al desarrollo de habilidades y capacidades motrices, el juego constituye como actividad un elemento de regulación y compensación de las energías potenciales del niño, un medio esencial de interacción y socialización, un elemento importante en el desarrollo de las estructuras del pensamiento, influyendo notablemente en la formación de la personalidad del niño.
Es por ello que una de las actividades fundamentales en que se apoya la educación física para la obtención de los objetivos que le corresponde dentro del proceso pedagógico, en su contribución a la formación integral del niño, es precisamente el juego.







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